Carlos Gálvez Pinillos

Por: Carlos Gálvez Pinillos (Expresidente de la SNMPE)

Los “Baby boomers” peruanos hemos podido vivir cambios dramáticos en nuestra política y por lo tanto debiéramos ser capaces de aquilatar sus impactos. Probablemente no hayamos sido conscientes de lo que gobiernos anodinos de los 50 y 60 hicieron, con el solo recuerdo de lo que fue capaz de hacer Pedro Beltrán en la recomposición de nuestra economía cuando, Manuel Prado, en su desesperación, lo convocó como Primer Ministro siendo él un claro opositor de su política económica. Todos sabemos que sin la mano de Beltrán y su “golpe de timón” hacia una clara economía de mercado, el Perú iba a terminar muy mal.

Luego pasamos por el primer gobierno de Belaunde, mal manejado, con déficit fiscal permanente de 6% cada año, impulsando banca de fomento (con cartera pesada, en resumen, “regalo de dinero”) y generador de inflación, que trajo como consecuencia que el “Sol de Oro” perdiera todo su brillo. Estas y otras cosas más, fueron argumentos utilizados para el golpe militar encabezado por el General Velasco.

Recuerdo que en ese tiempo, mientras yo estudiaba economía, no entendía por qué todo lo que se planteaba iba contra la teoría económica, cómo desde SINAMOS (entidad donde se encaramó la izquierda de ese entonces, debidamente apañada por unos coroneles rojos que no merecen ser mencionados) y desde la CEPAL nos metían teorías destructivas de sustitución de importaciones con productos de mala calidad, ruptura de la institucionalidad, irrespeto a la propiedad privada, reforma agraria basada en expropiación de las tierras y destrucción de la productividad (ahuyentaron a los profesionales del campo e inversión privada), destrucción del espíritu empresarial, impulso del colectivismo (empresas sin dueño), control de precios (con consecuente escasez de productos y persecución de acaparadores ¿suena familiar a propuestas de hoy?), control de cambios (se creó el dólar MUC, se proscribió la tenencia de moneda extranjera requiriéndose permiso especial para compra de dólares).

Lamentable cómo desde el Banco Mundial y el BID, se estimulaba una mayor participación del Estado en la economía y se multiplicaron empresas públicas ineficientes, como la Empresa de Teléfonos (imposible conseguir una línea en años), APSA línea aérea de bandera sin sentido económico, ENCI, ECASA, PETROPERU (todas estas una gran fuente de corrupción), en fin, entidades a las que se incorporaban y en donde ascendían sólo los amigos del régimen. Se impuso control de la información (se creó la Oficina Central de Información que decidía qué se podía publicar y hasta qué películas proyectar en los cines), se expropió los diarios y los canales de televisión podían transmitir solo lo que se les permitía. El Banco Central era el principal prestamista del Estado y fuente de emisión primaria incontrolable bajo el manejo político del gobierno. A falta de inversión privada, una basta inversión pública en edificios como el “Pentagonito”, el antiguo ministerio de pesquería (hoy museo de la Nación y ministerio de cultura), el Oleoducto Nor Peruano y compra de gran cantidad de armamento. En suma, empobrecimiento generalizado del país y claro retroceso en el contexto económico internacional, con altos déficit fiscales y endeudamiento externo récord. Todo esto debidamente tutelado por una gran influencia cubana promovida entusiastamente por los hermanos Castro, inspiradores del Foro de São Paulo inmediatamente después de la caída del muro de Berlín. Felizmente en 1975 el General Morales Bermúdez optó por generar una vía de salida a esta aventura, incluyendo una Asamblea Constituyente.

Lamentablemente, el segundo gobierno del Arq. Fernando Belaunde, más allá de devolver los medios de comunicación (importante decisión política), nuevamente fue incapaz de hacer reformas económicas que permitan recuperar lo destruido por el gobierno militar y solo trataron de renegociar deudas con el apoyo del FMI, sustentarse en la inversión pública y hacer algunos ajustes fiscales, pero de ninguna manera convocar la inversión privada para dar un gran salto económico.

En esas condiciones nos llegó la “plaga” con el primer gobierno de Alan García, un abogado sin ninguna experiencia ni conocimiento, pero con la arrogancia propia de su ignorancia, estimulada por la adulación pública a un presidente joven que, destruyó lo que quedaba del aparato productivo peruano y llevó a escombros todos los indicadores económicos del Perú a base de gran demagogia y populismo. Era alucinante ver evaporarse el valor de la moneda (nunca antes el BCRP tuvo que imprimir billetes con tantos ceros e incluso tener que cambiar de denominación de la moneda), nunca antes habíamos tenido que cobrar el sueldo y correr a convertirlo en bienes escasos, pues en el trayecto del trabajo a la casa los precios subían. García profundizó muchos de los errores del “gobierno revolucionario” y se consiguió el asesoramiento de un “economista” argentino que, traía todas las taras del pensamiento peronista, con la nula seriedad en los compromisos internacionales mostrada históricamente por Argentina desde 1890 hasta nuestros días y que encantaban al García de ese entonces. El resultado no fue otro que dejar nuestra patria en escombros, desacreditada internacionalmente y sin saber por donde empezar para reconstruirla.

Los noventa se inauguraron con el gobierno de Fujimori, un ingeniero agrónomo, frío y calculador (que llegó como un chinito pulpero y con el tiempo adquirió aires de emperador), pero que tuvo la virtud de escuchar los mensajes de sus competidores políticos y convocó a un equipo de gente joven, profesionalmente bien formada, con maestrías y sentido empresarial y con el coraje suficiente para tomar medidas radicales que se alineaban, felizmente, con el pensamiento liberal que por ese entonces habían impregnado Margaret Thatcher y Ronald Reagan.

Es gracias a la ejecución de una operación de rescate nacional, con reestructuración del aparato de gobierno, simplificación administrativa (que permitió reducir la corrupción propia de la discrecionalidad de la burocracia), privatización masiva de empresas públicas, convocatoria y apertura a la inversión privada, a la construcción de infraestructura mediante concesiones y asociaciones público-privadas, cambio de constitución que incluyó un importante capítulo económico con las nuevas corrientes de pensamiento posteriores a la caída del muro de Berlín, considerando la autonomía del BCRP y la prohibición a este de financiar al Estado. En lo económico, el error más grave fue dar rienda suelta a la informalidad, tarea que ningún otro gobierno ha corregido. Todo lo descrito fue acompañado del control del terrorismo, cierre final de las diferencias con Ecuador y apertura al mercado internacional con suscripción de múltiples tratados de libre comercio. Esto ha permitido en tres décadas; multiplicar el tamaño de nuestro PBI, multiplicar la inversión privada y pública hasta alcanzar 29.2% del PBI, reducir la pobreza a menos de un tercio de la que teníamos, pasar de Reservas Internacionales Netas (RIN) negativas de (US$150 millones) a más de US$70 mil millones y la constitución de un importante Fondo de Estabilización Fiscal que, hasta hoy no sólo nos han permitido tener acceso preferente al mercado financiero, sino que nos ha dado las herramientas y tranquilidad para enfrentar una emergencia tan grande e inesperada como el COVID-19. No quiero ni imaginar qué hubiera sido del Perú si esta emergencia sanitaria nos hubiera encontrado en cualquiera de los gobiernos anteriores a 1990.

Del año 2001 al 2006 pasó sin pena ni gloria Toledo, lamentablemente más se le recordará por sus actos delictivos, la construcción del proyecto Camisea y algunas malas concesiones como IIRSA sur, caída de la inversión y una pésima regionalización que hasta hoy nos hace mucho daño. Quien sabe lo positivo es que dejó trabajar al equipo económico y tuvo que aprender a lidiar con el Congreso.

Alan García regresó del 2006 al 2011, felizmente después de haber aprendido la lección y  gobernó tratando de reivindicar la terrible recordación de su primer gobierno y lo logró, con la buena fortuna de un súper ciclo de precios de los metales que, aprovechó debidamente para seguir fomentando la inversión en el sector minero.

Lamentablemente, gente como Humala, sin convicción por la economía de mercado, con una alta carga ideológica sembrada desde niño y alimentada por gente del Foro de São Paulo, gobernó del 2011 al 2016. A partir de ahí se empezó a burocratizar el Estado y a multiplicar ministerios y entidades de regulación, supervisión y control, incrementando el gasto corriente del sector público a precios constantes en 53% en sólo 5 años a base de consultorías que se volvieron permanentes. Con esto se generó trabas a la inversión, logrando con eso una notoria caída de los niveles de inversión privada y desaceleración de la economía. Nunca tanto como en ese periodo se ha multiplicado el presupuesto público y agregado cargas no productivas al país. Se ha promovido inversiones inconducentes (Refinería de Talara entre ellas) que han comprometido al país con miles de millones de dólares, mientras que por otro lado no se invirtió en la infraestructura de salud y educación pública que hoy tanta falta nos hace.

Ahora resulta que, quienes aplaudieron que nos metiéramos en esos compromisos económicos que destruyen valor e impidieron una adecuada redistribución de la riqueza creada en el país,  critican y quieren “cambiar el modelo económico”.

Llegó PPK al gobierno en el 2016 con una oposición fujimorista digna de mejor causa y, para colmo de males, llevando en sus filas a la “quinta columna” capaz de traicionarlo aliándose con los fujimoristas para defenestrarlo. Lamentablemente los 20 meses de gobierno fueron poco trascendentes, su mayor esfuerzo fue reducir el gasto corriente en consultorías y desinflar la burocracia enquistada en el MIDIS y pliegos análogos, pero tuvo muy poca capacidad de reacción para alinear su gobierno tras la Reconstrucción con Cambios, después del fenómeno del niño a inicios de 2017.

En el segundo trimestre de 2018 Vizcarra asumió la presidencia. Ahora me pregunto; ¿para qué conspiró Vizcarra con una persona de trayectoria política y moral dudosa y se alió con el adversario político al que luego también traicionaría, si no tenía plan de gobierno y no iba a ser capaz de gobernar? Tal vez algún día nos dirá qué tenia en mente, lo cierto es que hoy tenemos un país con; una muy mala reforma política inconclusa, una peor situación de cara a las elecciones, no tenemos senado en ciernes, un sistema judicial de vergüenza y un gabinete incapaz de dar la talla. Todo esto teniendo al frente un Congreso peor que el que defenestró de manera legalmente dudosa y que está poniendo en serio riesgo la credibilidad que necesitamos para reconstruir el país. Creo que nuestra generación jamás había vivido la vergüenza de ver que el Congreso de la República tenga que recibir una carta, luego canalizada a la Cancillería, de la representación diplomática de cuatro países, haciéndonos ver que “estamos poniendo en riesgo” las inversiones futuras provenientes de esos países. ¡Nunca me imaginé verlo!

Preocupa aún más que, de un tiempo a esta parte, estemos siguiendo el libreto del Foro de São Paulo, que la izquierda esté metiendo en los niños mensajes con cargas ideológicas hasta en los programas televisivos de clases a distancia, que en las universidades se siga esa misma línea de conducta, que los medios no asuman actitud crítica, que sus mensajes sean monocordes y que, so pretexto de su débil situación económica y gran dependencia de la publicidad y avisos  del Estado, algunos comentarios periodísticos se vean claramente comprados (los contratos de algunos de ellos así lo demuestran) y siendo así, creo que debieran abstenerse.

Nunca habíamos visto en la prensa un afán por “informar“ con tanta frecuencia y tan poco pudor, encuestas con tan poco sustento que ni la ficha técnica, ni la metodología de trabajo las hace fiables. Pero, aún cuando es notorio el desmanejo y descontrol de la situación por parte del gobierno, los muestran triunfadores.

La receta y esta práctica de la mentira permanente, son armas que la izquierda usa siempre sin ninguna vergüenza, especialmente para cautivar a las generaciones más jóvenes, mientras que los mensajes populistas son el instrumento para cautivar a la población más necesitada y menos educada.

El pensamiento liberal en cambio, no se pronuncia, calla, le avergüenza que lo señalen como tal y evita definir su posición. No destaca que el rol principal de la empresa privada es crear valor y que el rol de Estado es trabajar eficientemente en la redistribución de la riqueza recaudada de la empresa privada vía impuestos.

Creo que es tiempo de levantar la voz con toda transparencia, compartir la visión de país que queremos. El Perú es un país de empresarios y emprendedores, con vocación y temple liberal, que defiende su derecho a la propiedad, el Estado de Derecho, el respeto a la tradición, la historia, la libertad religiosa, el derecho a la vida. Defiende su libertad económica y pelea contra la fiscalidad abusiva, el despilfarro público, aspira a la racionalidad de la administración pública y defiende la libertad en la educación para sus hijos.

En resumen, creemos que la libertad, la dignidad y la propiedad son las bases sobre las que debemos construir nuestra sociedad.

Fuente: Lampadia