clase-media

Por Carlos Ganoza y Andrea Stiglich

La discusión sobre el tamaño de la clase media en el Peru -cubierta ampliamente en la edición de Semana Económica del 21 de junio y resumida en esta colección de artículos en semanaeconomica.com– no debe confundirse con una simple controversia metodológica o debate estadístico. El significado político de una clase media que alcanza casi el 60% de la población es dramáticamente distinto que el de una que llega solamente al 35%.

Quienes creen -como Rolando Arellano- (y quienes quieren creer) que la clase media se aproxima al 60% de la población en el Perú son casi inevitablemente optmistas sobre el futuro del país. Su optimismo suele tener dos fuentes. La primera es la existencia misma de esa clase media predominante, cuando tan sólo hace diez años habría estado en torno al 15% de la población. Ese crecimiento sería una señal innegable de que el país está avanzando a pasos agigantados. La segunda -y quizá más importante- es que esa clase media estaría lista para defender con uñas y dientes el progreso ganado, e impedir que políticos lo arriesguen con políticas económicas irresponsables.

El problema con ambos argumentos es que automáticamente le atribuyen al tamaño de la clase media dos significados que requieren ser demostrados, y no simplemente asumidos: 1) que su existencia es prueba de progreso económico, y 2) que su existencia es un indicador de mejor calidad de políticas económicas a futuro.

La asignación de personas en clases alta, media o baja no se basa en una ley de la naturaleza sino en una construcción teórica. Por lo tanto cualquier beneficio económico y político esperado de una clase media más grande debe tener una teoría detrás que explique el porqué de esos beneficios y que sea consistente con los criterios que se usaron para determinar quiénes pertenecen a esa clase media en un principio.

En ese sentido, la teoría reconoce cuatro mecanismos a través de los cuales una clase media más grande beneficia el desarrollo económico. Los tres primeros son reseñados en un artículo de los profesores de MIT Esther Duflo y Abhijit Banerjee (autores de Poor Economics), y el último es de Daron Acemoglu y James Robinson (autores de Por qué fracasan las naciones).

1) Las personas de clase media generan excedentes y los invierten en su educación o la de su familia y acumulan capital financiero (ahorros que invierten, inmuebles, etc.).  Así impulsan el crecimiento de la inversión en la economía y la acumulación de capital humano en la sociedad. Ambas cosas estimulan el crecimiento económico.

2) Al generar excedentes (por lo tanto ahorros y capacidad para contratar seguros), la clase media es más propensa al riesgo, por lo que innova más y tiene dinamismo emprendedor. Las startupssuelen provenir de la clase media.

3)  La clase media demanda bienes duraderos y está dispuesta a pagar por calidad, por lo que cuando predomina el mercado local de consumo puede ser suficientemente grande como para que ocurran actividades con economías de escala importantes, principalmente manufactureras. De esa forma se impulsa la industrialización de la economía.

4) Cuando la clase media predomina y es suficientemente aburguesada o tiene patrimonio, sus preferencias políticas no son redistributivas, por lo que inclinan la balanza hacia una democracia más sólida, más amigable al mercado, a la defensa de los derechos de propiedad y al crecimiento económico.

La pregunta entonces debería ser cuántas personas en el Perú viven en esas circunstancias y tienen un comportamiento que sea consistentes con estos mecanismos. Para responderla los resultados del estudio que publicó Semana Económica con Ipsos son útiles.

Aclaremos primero que la única forma de agrandar la clase media es considerar el NSE C como tal: el NSE B representa el 14% de la población urbana del Perú, mientras que el C el 32.3% (Apeim 2014). Por eso los siguientes datos son sólo sobre el NSE C.

El 61% de los jefes de hogar tiene estudios técnicos incompletos o un nivel inferior. No parecen estar acumulando mucho capital humano.

42% recibe sus ingresos de manera diaria o semanal, 49% declara no estar en planilla y 27% no tiene ningún seguro de salud. Tampoco parecen estar en condiciones de generar muchos excedentes financieros ni cubrirse de riesgos. El NSE C además no es un semillero de emprendimientos innovadores.

67% cree que en el Perú sólo hay oportunidades para los ricos (vs. 51% en el NSE B). Suena a una inclinación redistributiva.

Sólo el 25% de los hogares en el Perú tiene una lavadora. Si asumimos que todos los hogares NSE A y B tienen una, sólo 33% del NSE C tiene. No suena tampoco a que se ha configurado un mercado local grande para bienes de consumo duradero.

Además hay otros indicadores que sugieren que no está bancarizado, no tiene ahorros financieros y su capacidad de endeudamiento es muy limitada.

En resumen, el NSE C tiene poca educación, mucha informalidad, ingresos volátiles y poca capacidad para protegerse de riesgos, pocos excedentes, aún no invierte masivamente en bienes duraderos, y una inclinación redistributiva. Eso no significa que en los últimos años no haya habido mejoras importantes en la calidad de vida e ingresos del NSE C, pero es dudoso que represente una clase media burguesa con patrimonio que proteger y sólidos valores democráticos.

Fuente: Semana Económica