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Por Rafael Zavala *

“Si trabajo más duro tendré más éxito y si tengo más éxito seré más feliz”. ¡Falso! Porque cuando llegamos al éxito la meta cambia y si la felicidad viene después, nunca la  alcanzaremos.

¿Qué perseguimos en la vida y qué deberíamos perseguir? A lo mejor si enfocamos bien el objetivo, el impacto en los resultados cambiará significativamente.

Sí, lo sé. Estamos muy interesados en ser exitosos, pero ¿qué es el éxito para ti? El problema es que nuestra idea de éxito no es necesariamente nuestra. La tomamos del marketing, de los periódicos, las revistas, que son los que nos definen quiénes son exitosos: actores de cine, grandes empresarios, los ricos y famosos, etc.

No es que deberíamos abandonar nuestras ideas de éxito sino que deberíamos asegurarnos de que sean nuestras. Cada uno tiene una realidad distinta, una escala de valores distinta y una forma distinta de interpretar el contexto en el que vive.

Decía un buen amigo, Luis Huete, profesor del IESE, que la sociedad te valora por el dinero, el poder, la imagen que das a los demás y las relaciones que tienes. El riesgo es que te valores a ti mismo en función de estas cuatro variables, porque si lo haces, vas a matar por conseguirlas. Y entre más las persigas, más vivirás de la apariencia, de tener todo en la vitrina, y más infeliz te sentirás.

Solemos comparamos con nuestro ‘marco de referencia’ y siempre hay gente ‘más exitosa’, ‘con mejores sueldos, mejores cargos, mejores carros’. La envidia de no tener ese éxito nos corroe. Entre más cercanas sean dos personas, en edad, carrera, etc. mayor el peligro de la envidia. Llega a su cuota máxima en los almuerzos de exalumnos.

Tal Ben Shahar, profesor de psicología positiva en Harvard, decía que la felicidad no es la culminación del éxito, sino sólo su inicio. Las personas que no aspiran a ser el más listo, guapo o rico, sino que aprecian lo que ya son, son más felices. Y, a partir de ello, suelen tener éxito.

Pero entonces ¿qué es el éxito? Después de leer cientos de definiciones, comparto con ustedes ésta de Santiago Álvarez, profesor principal de Gobierno de Personas del IESE, «Éxito es el estado de paz y serenidad interior alcanzado como consecuencia de la satisfacción de saber que has hecho todo lo que eres capaz. Es hacer las cosas y entrenar hasta el límite de tus habilidades. Los resultados, ganar, perder, las consecuencias de tu labor, forman parte de otro partido en el que no llevas las riendas. El éxito es territorio conquistado por aquellas personas que aprenden a perder. Sólo gana el que acepta la derrota, sólo cae el que camina, sólo se equivoca el que decide. Sólo lo alcanzan quienes han llegado a comprender que toda adversidad lleva en su entraña la semilla de un beneficio”.

Y aun así seguimos pensando que primero hay que tener éxito y como consecuencia de ello ser felices, pero el cerebro trabaja en sentido opuesto. Shawn Achor, Magna Cum Laude de Harvard en Psicología positiva, en una de las veinte conferencias más vistas de TED, decía que si hoy haces feliz a alguien, te sentirás feliz, es decir, tú serás el principal beneficiado porque el cerebro en positivo funciona mejor que cuando está en negativo porque eleva la energía y la creatividad. Ojo, optimistas pero permanentemente abrochados a la realidad. Si hay algo más peligroso que un pesimista es un optimista divorciado de ésta, ya que va camino al precipicio.

Ahora bien, lo complicado es programar el cerebro en positivo. El contexto actual no ayuda. Comenzamos el día y las noticias son sobre desaceleración económica, robos, corrupción, crisis, etc. Nuestro cerebro está programado sin quererlo en negativo.

Achor sostiene que en 21 días podemos readaptar el cerebro con estas acciones:

1. Anotar cada noche tres cosas por las que agradecer

2. Meditar/Rezar 10 minutos al día (5 al empezar y 5 al terminar)

3. Ejercicio tres veces por semana

4. Actos de servicio, hacer felices a los que trabajan con nosotros, a nuestra familia y amigos que lo necesiten por la situación que estén pasando. Al entrenar el cerebro al igual que el cuerpo podemos invertir la fórmula.

Pero ese cambio de chip exige un esfuerzo. Ya lo decía Rafael Nadal en una reciente entrevista: “Parece que la alegría te la da el triunfo, pero si éste no te ha costado nada, la felicidad no es ni mucho menos la misma. La alegría del triunfo te la da el trabajo que tú has hecho para alcanzar la victoria. Si no te cuesta, no la valoras. La pasión, las ganas de triunfar te las dan todas las horas de trabajo que has llevado a cabo”.

Y es que la felicidad está en la lucha, en el esfuerzo por tener una conciencia recta. No depende del dinero, del poder, de la imagen. En el mundo hay personas felices e infelices en todas las condiciones. Y lo son porque deciden aceptar su condición y su pasado, y asumir la vida tal como es en ese momento. “Curiosamente la puerta de la felicidad no se abre hacia adentro, quien se empeña en empujar en ese sentido sólo consigue cerrarla. Se abre hacia afuera, hacia los otros”. Soren Aabye Kierkegaard.

En mi última conferencia, una persona se acercó al final a preguntarme ¿cómo escapar de los peligros del éxito? (por eso se me ocurrió escribir este artículo): teniendo claro que el objetivo final es el proceso, no el resultado. No hablemos de ganar sino de hacer. Ganar es la consecuencia. Los libros de autoayuda nos venden la idea de que si somos optimistas y tenemos ganas, seremos muy exitosos, y ojalá fuera así de simple. Es un buen comienzo, pero si no hay otras variables como el talento, esfuerzo, perseverancia y paciencia, los resultados no suelen aparecer. Por ende, cuán importante es cultivar estas virtudes hoy, aquí, ahora. ¿Y la suerte? Se suele aparecer cuando nos hemos enfocado en esos valores antes.

No es el éxito lo que transforma nuestro mundo sino los lentes con los que vemos la realidad. Si conseguimos cambiar de lentes, cambiará nuestra forma de ver nuestra realidad y por ende de interpretar nuestra felicidad. Ésta no deriva del éxito, sino que lo causa, es decir, no esperemos a tener éxito para ser felices.

(* Difícil pregunta esta de auto-definirse. Soy gerente general de Laborum Perú, secretario general de la Asociación de Centros Comerciales (ACCEP) y profesor invitado del PAD. Tengo 39 años, estoy felizmente casado y con un adorable hijo, culpable de mis canas. Soy amante de la lectura y de escribir artículos que me ayuden a mejorar. Me encantan el frío, la buena comida (si es gratuita mejor), la buena música (de todas partes del mundo), los amigos y los deportes (fútbol, correr y squash). Estudié Administración, hice un MBA y luego postgrados en IESE y Harvard. Fui gerente de marketing del Jockey Plaza, gerente de inversiones de Peruval Corp, jefe de compras de Lan Perú y asesor de la presidencia del Centro Comercial Boulevard de Asia. He dictado conferencias en INCAE, Adolfo Ibañez, ESAN, en más de 50 empresas y a nivel internacional. Escribí dos libros: “Aprende a ser feliz” y “No te rindas”, publicados por Editorial Planeta, y el blog “Ideas para vivir mejor”, que tiene cuatro millones de visitas y más de 360 artículos publicados.)

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