Escuchaba a Carlos “Kiko” Poblete en una charla hace unos días y reconocí por qué es un Trainer Internacional de Coaches de HCN – Human Coaching Network y de otras instituciones internacionales y nacionales, además de una extraordinaria persona y amigo. Su lucidez de pensamiento lo lleva a uno a la reflexión, asociación e integración de conceptos.

En la charla que sostuvimos hizo referencia al triángulo del tener, hacer y ser y cómo está increíblemente integrado. Kiko explicaba que los seres humanos solemos definir con cierta claridad objetivos de lo que queremos tener y nos ponemos en acción -a hacer- para alcanzar esos objetivos. Luego de ello pueden ocurrir dos cosas: 1. Alcanzar eso que queremos y quedarnos en una línea recta entre esos dos componentes sin trascender, empezándonos a sentir al poco tiempo que algo nos falta, o, 2. No alcanzar lo que queremos y regresar a hacer lo que hacíamos antes porque no hemos creado un hábito de este nuevo comportamiento o conducta.

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Si no encontramos una respuesta complementaria, definiremos otro objetivo para tener más, nos pondremos en acción para alcanzarlo y, al hacerlo, tendremos el mismo grado de insatisfacción con el que concluimos al alcanzar el primer objetivo o la misma frustración de no poder alcanzar lo que queremos tener.

 Si persistimos en ese esquema tendremos un impacto directo en el ecosistema porque el único paradigma aplicable a esta experiencia es el economicista del consumismo permanente. La única respuesta coherente está en el ángulo complementario del triángulo correspondiente al estado del ser, lugar en el que yace el sentido de propósito, el sentido de contribución, el legado, la conciencia impulsados por la pasión y la emoción.

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Los seres humanos hemos venido a este mundo a aprender y a ser felices: las dos cosas al mismo tiempo. Esto es una creencia y la podemos convertir en potenciadora.  Para que así sea, tenemos que tomar conciencia que hay dos filosofías en la vida.

 –    Una en la que sólo podremos ser felices el 50% de las veces que es la que consiste en pensar que la felicidad ocurre cuando somos exitosos. En los eventos que afrontamos en la vida, tenemos la probabilidad de ser exitosos en aproximadamente el 50% de las veces y las veces restantes fracasaremos lo que significa que tenemos una probabilidad del 50% de ser felices.

–    La otra en la que podremos ser felices con una probabilidad del 100%. Esto ocurre cuando consideramos que la felicidad proviene de alcanzar el éxito y del aprender. Cuando alcanzo el éxito, en el 50% de las veces, soy feliz. Cuando fracaso, el restante 50% de las veces, aprendo y cuando aprendo soy feliz y, por lo tanto, tengo el 100% de probabilidades de ser feliz.

En esta Escuela de Aprendizaje llamada Tierra a la que hemos venido a aprender, la vida nos va dando señales que son percibidas por nuestro cuerpo a través de sensaciones, emociones, conexiones energéticas, desmontaje de creencias, experiencias espirituales y relaciones interpersonales. Tenemos la capacidad de captarlas pero a veces nuestros “rollos” personales nos nublan a ver esas señales. Siendo conscientes de este fenómeno podemos estar más alertas cuando el tener y el hacer no nos están dando las satisfacciones que esperábamos de la vida.

En esos momentos de transición, nos dice Kiko, hay que superponer al triángulo de arriba otro que contiene tres elementos que complementan el análisis. Este triángulo se detalla a continuación:

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Como se puede observar cada uno de los elementos del primer triángulo está relacionado al del segundo. Uno visualiza los objetivos de lo que desea tener, diseña planes para crearlo pero sólo en el contexto del crecer como seres humanos logramos cerrar el círculo que nos hace trascender. No se puede vivir con sólo dos de ellos si deseamos construir un estado de satisfacción, felicidad y sentido en nuestra vida. Visualizar un futuro de contribución, de servicio a los demás, sin construirlo en la realidad, carece de sentido. Alcanzar metas con el sólo objetivo de tener, no es sostenible ni llena de satisfacción. Aterrizar proyectos altruistas pero que no se conectan con un plan creado por nosotros sino idealizado por otros, no nos llena de plenitud. El triángulo tiene que estar perfecto (equilátero) y conectarse de manera integral con el individuo. Es en la transformación del SER -un nuevo CREER- con el cambio de creencias, que el individuo empieza a CREAR nuevas posibilidades en su vida que le permiten CRECER, transcender y SER plenamente feliz. Los dominios ontológicos del Creer (lenguaje), Crear (cuerpo) y Crecer (emoción) también representan una tríada. No por nada la Santa Trinidad conecta al Creer (Padre), al Crear (Hijo) y al Crecer (Espíritu Santo). Estas tres “Personas” no son seres o individuos separados y distintos, sino que son tres manifestaciones en las que existe la esencia divina. Juntas son Dios. Si queremos conectarnos con nuestra esencia divina tener, hacer y ser, creer, crear, crecer tienen que estar juntos, ¿no Kiko?

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