Rolando Arellano

En vez de observar y criticar, se debe difundir las ideas de democracia, el respeto a la inversión.

El 2014 ha sido un año con eventos de los que podemos aprender mucho desde el punto de vista político. ¿Qué puede explicar que los ciudadanos voten por quien robó pero promete repartir? ¿Qué causa profunda explica que, a pesar de la crisis económica en su región, la población reelija a quien quiere seguir con la misma política? La respuesta parece ser que los adversarios se preocuparon en luchar contra los candidatos y no contra las ideas que ellos sustentaban. Si fuera una pelea de box, diríamos que los retadores se concentraron en darles fuerte a los guantes de sus oponentes, porque con ellos estos les pegaban, en lugar de darles en los lugares de donde los adversarios sacaban su fuerza.

En Cajamarca, por ejemplo, se consideró que la oposición popular aConga era resultado de la supuesta capacidad de manipulación de su presidente-candidato, por lo cual neutralizándolo a él se neutralizaban también sus argumentos. No se comprendió que la verdad era lo contrario, que la fuerza de ese dirigente radicaba en su habilidad para entender el miedo ancestral de la población frente a la minería y convertirlo en su discurso político. No fueron sus ideas las que guiaron a la población, sino más bien fueron las ideas de la población las que guiaron su discurso y le dieron fuerza, y votos.

Por ello, al igual que en muchos casos en la historia, en Cajamarca el atacar a la persona no sirvió para contrarrestar su movimiento. Aquí sucedió igual que con Adolf Hitler y Nelson Mandela, por citar dos movimientos sociales, uno equivocado y otro no, a quienes las leyes en contra no les impidieron crecer en sus países. La historia ha demostrado infinidad de veces que, erradas o no, las ideas no se detienen encerrando a las personas, y que más bien hacerlo muchas veces las fortalece.

Y así como en Cajamarca triunfaron los antimineros, igual pasó en los lugares donde ganaron los movimientos pro minería informal y los candidatos populistas que ofrecían repartir dinero, a pesar de que los medios, gobierno y justicia  atacaron fuertemente a los candidatos. ¿Cómo no iban a ganar, si nadie hizo campaña para argumentar el problema social que crea la minería informal? ¿Y por qué perderían si ningún movimiento organizado mostró que repartir 500 soles hará más pobre a la población de la región? Todos atacaron al emisario, al candidato corrupto o ineficaz, y no al mensaje.

Por ello, para evitar situaciones similares, debemos entender que la principal batalla de las democracias se libra en el mundo de las ideas; y que la mejor vacuna contra el antisistema la ponen las personas e instituciones cuando, antes que promover candidatos, promueven activamente aquellas ideas que cualquiera que gane debería defender. Sin duda otro hubiera sido el resultado en Áncash o en Moquegua si, en lugar de solo observar y criticar, la sociedad organizada hubiera difundido en la población las ideas de democracia, respeto a la naturaleza, inversión, igualdad de oportunidades, solidaridad, honestidad y similares.

Los nocauts se logran golpeando a la cabeza del oponente, y no a sus guantes. Si todos  empezamos a hacerlo en el 2015, podremos esperar con más confianza las elecciones del 2016.

El Comercio