Por Jose-Carlos De Piérola

Hace unas semanas tuve el honor de ser invitado por el BID (mi antigua casa) a ser parte de un panel con un título desafiante: Greenwashing y las posibilidades reales para la minería en el Perú en CONAMIN XV.

En este panel tuvimos las miradas del sector privado, el sector público, la cooperación y me tocó plantear los desafíos que encontramos en ese camino de la prevención de esta mala práctica, muchas veces ocultada y otras veces normalizada y hasta justificada en diferentes industrias, pero que felizmente ya cuenta con varios casos sancionados en países como Estados Unidos y otros.

Me hicieron dos preguntas, y la verdad es que supe desde un inicio que una de ellas no podía ser respondida por mi (¿Qué tan lejos dirías que estamos de una verdadera ola de sostenibilidad entre nuestras empresas?). Pues, siendo que nos encontramos en un momento donde hay varias fuerzas que chocan entre ellas, es difícil generalizar en responder. Mejor es entender el panorama pues “una verdadera ola de sostenibilidad” termina siendo algo muy etéreo.

Una primera fuerza en esta discusión es el proceso de transición energética a nivel mundial, empujado por la necesidad de reducir el impacto que nos va a generar el cambio climático, sea mediante la adaptación o mitigación. Ya este año hemos tenido el día más caluroso de la historia, y estamos pasando los 1.5 C acordados en Paris el 2015. Ciertamente los escenarios que muestra el IPCC (el panel internacional de expertos climáticos por sus siglas en inglés) son muy complejos y cercanos a los 2C de incremento de temperatura al 2030, pues a no hemos hecho la tarea a nivel global, y esto tiene un impacto directo en las economías locales más vulnerables.

Consecuentemente, esta primera fuerza trae una presión alta por el desarrollo de proyectos de minerales críticos (insuficientes y necesarios para hacer posible una transición energética y el desarrollo de energías alternativas como la eólica, solar, etc.).  La presión por apresurar el desarrollo de proyectos puede llevar a tomar decisiones -apresuradas- que no contribuyan con la sostenibilidad de las inversiones, tratando de “cortar camino”. Tenemos que reconocer que tenemos ejemplos que nos muestran que la maduración de un proyecto trasciende los permisos que otorgan las autoridades. Y esto ha venido creciendo cuando no hemos considerado el involucramiento de los actores claves para el avance de los proyectos. Toca repensar la viabilidad social de los proyectos que contribuyen a la transición energética, y lograr incluir a los actores locales e involucrarlos en las iniciativas de desarrollo considerando los atributos del territorio y poniendo en valor sus características.

También tenemos la creciente demanda de parte de los accionistas y los inversionistas por la adopción de estándares internacionales que ayuden a generar condiciones de predictibilidad de sus inversiones, mediante un análisis comprehensivo de lo que significa el cambio climático. La reducción de emisiones es parte importante de este esfuerzo, por ejemplo, con el acuerdo de las empresas del ICMM al 2050, algo que vienen cumpliendo. Pero aún más desafiante es la agenda de los grupos de trabajo para la apertura de información de las (inter)dependencias del clima y de la naturaleza (TCFD y TNFD por sus siglas en inglés), pocas empresas formales en el país aún han entrado en esta dinámica. La pérdida de biodiversidad a nivel global y en Latinoamérica es alarmante, aún más que el aumento de la temperatura. Una parte de la tarea ha sido identificada por las grandes empresas formales, estando aún pendiente la acción sobre la biodiversidad y la puesta en valor de la naturaleza como parte del legado que aporta a las mejores condiciones de vida de las áreas donde se encuentran las operaciones. Esta apertura de la información solicitada por los inversionistas es una acción preventiva al greenwashing, que aún no es una práctica común, y donde podríamos avanzar tanto desde el sector privado como del sector público (en Chile y Colombia el TCFD es un requisito).

Adicionalmente, la oportunidad de una mejor gestión del agua es otro punto relevante, particularmente en áreas consideradas de potencial estrés hídrico como lo que podríamos denominar “el cinturón del cobre” entre Chile y Perú con alrededor de 40% de las reservas mundiales de este mineral. Ya no es posible solo mirar las operaciones, es necesaria una mirada de cuenca como lo sugiere el ICMM, el BID, el Banco Mundial, entre otras instituciones que entienden la dinámica del territorio y los desafíos que nos presenta a futuro. El estándar global para la gestión de relaves (GISTM por sus siglas en inglés) solicita un análisis exhaustivo y amplio de las zonas de posible inundación, que, a su vez, requiere un entendimiento de lo que significan los riesgos y cómo se gestionan. Estando en una doble crisis climática, donde tanto las condiciones térmicas como la biodiversidad y la naturaleza están riesgo, es importante integrarlas en la visión de desarrollo del territorio, a fin de poner en valor el potencial que pueden brindar para lograr mejores condiciones de vida en el entorno y lograr diversificar el mejor uso de los recursos naturales logrando negocios sostenibles, que incluso podrían ser conectados con fondos climáticos. Esto ultimo es una idea/propuesta que considero pertinente, siempre y cuando se logre el liderazgo de las autoridades locales y/o las organizaciones de base. Sin duda esto requiere formación, capacitación y seguimiento.

Finalmente, sin datos ni información técnicamente establecidos y correctos, no es posible prevenir el greenwashing. Esto implica establecer líneas de base estructuradas de manera adecuada e integral que consideren una mirada de cuenca, que recojan las características de la biodiversidad del entorno y el capital natural existente. Un monitoreo permanente de la biodiversidad puede ser una herramienta muy potente para darle valor al territorio y la toma de decisiones con ciencia y evidencia.

Tenemos un potencial minero enorme, estamos en el momento adecuado. Sin embargo, debemos hacer las cosas bien y buscar el entendimiento común, considerando los activos naturales que tiene nuestro país. De otro lado, estamos en un contexto de inestabilidad y de creciente criminalidad que debemos considerar. Nos toca colaborar y entendernos para lograr sinergias.