Comuneros de la lejana quebrada del Patoyacu demuestran que las fugas de crudo en sus tierras no tuvieron remediación correcta.

Afirman que en muchos casos solo fueron enterrados. Ahora exigen a Pluspetrol que remedie sus tierras, se levanten nuevas muestras y los indemnicen por el daño causado.

La cuenca del río Chambira es un afluente del río Marañón al que se llega después de diecisiete horas de navegación fluvial desde Nauta. Está ubicada en el centro de la región Loreto, en la provincia del mismo nombre. Alberga a cerca de cincuenta comunidades indígenas.

Una de las zonas más alejadas de esta cuenca es la quebrada del Patoyacu. Ahí, las comunidades de la etnia urarina conviven con el sistema de ductos de Pluspetrol, concesionaria del Lote 8, y han sufrido derrames petroleros de magnitud.

Estas fugas de crudo no fueron adecuadamente tratadas. La República comprobó que el hidrocarburo permanece en suelos y cochas. Basta abrir un hoyo para encontrar una masa negra y oleaginosa. Es evidente que no hubo remediación.

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Enterrados o quemados

El apu José Mejía, de Bellavista, anexo de la comunidad La Petrolera, refiere que el derrame ocurrido el año 2015 en el kilómetro 47 del ducto fue enterrado y lo dejaron así hasta la fecha.

“Cuando reclamamos, Asuntos Comunitarios de Pluspetrol nos dice tal fecha vamos, y no cumplen. Hay muchas enfermedades. No tenemos medicamentos en nuestro botiquín para salvar a los niños. Estamos olvidados”, lamenta.

La experiencia de los comuneros de Nueva Alianza no difiere. El ex teniente gobernador Manuel Ramírez recuerda que el primer derrame en su zona se dio en el año 2012. El tapón de una válvula voló y el petróleo salió disparado a unos veinte metros de altura, malogrando árboles, en un área de 200 metros cuadrados.

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“Bañó todas las plantas y las mató. Los trabajadores de la empresa trataron de recuperar con baldes. Hicieron pozos a veinte metros de distancia y cuando estaban llenos quemaron el petróleo. Hubo candela y humo inmensos. Luego los taparon. En ese tiempo no conocíamos nuestros derechos y no hicimos casi nada”, relata.

Luego, en el 2004, mientras andaban en plan de pesca, se percataron que en el kilómetro 69 del ducto había crudo. “Encontramos una zanja de más o menos diez por diez llenito de petróleo. Nos comunicamos por telefonía con Pluspetrol e inmediatamente llegó el helicóptero. Era un goteo hasta que llenó un pozo. Lo juntaron en bidones y lo llevaron a Trompeteros, pero no remediaron lo que quedó sucio”, afirma la exautoridad de Nueva Alianza.

Y del reciente incidente en el kilómetro 75, que casi llegó al río Chambira debido a las fuertes lluvias, sostiene que tampoco está bien remediado.

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“Cuando se pica el suelo sale el petróleo. Los muestreros de Pluspetrol dicen que no hay porque pican encimita o donde no está el crudo”, cuestiona.

Empiezan a unirse

Si en Nueva Alianza tienen la tubería a espaldas de la comunidad, en Santa Teresa cruza la plaza del pueblo sin que ninguna autoridad señale el peligro. Su fundador, Alberto Iluma, dice que la manga metálica ya estaba ahí cuando se trasladaron al lugar en busca de seguridad, ya que en el anterior asentamiento eran víctimas de fuertes inundaciones.

“La Plus’ no quería, pero le hemos dicho que es nuestro territorio. Ellos vienen a dar mantenimiento con su maquinaria”, dice, mientras los niños juegan sobre el ducto.

Las comunidades de la quebrada del Patoyacu, donde siguen consumiendo agua de río, tienen un botiquín casi vacío.

Fuente: La República