Ken Takahashi

Por: Ken Takahashi, investigador científico del IGP 

En el Perú, los peligros naturales regularmente ocasionan daños de gran impacto económico y social. Si bien la geografía de nuestro país genera una amplia diversidad de dichos peligros, como los sismos, inundaciones, sequías, etc., lo cierto es que gran parte de los impactos se deben a nuestra exposición y vulnerabilidad ante estos. La solución a esta problemática es compleja y estructural. Por otro lado, afortunadamente, una importante oportunidad que debemos aprovechar es que algunos aspectos de la naturaleza son predecibles y nos permiten tomar acciones en anticipación a eventos particularmente peligrosos.

Por ejemplo, esperamos que esta temporada de lluvias se dé nuevamente en un escenario La Niña, gracias a que sabemos que El Niño y La Niña están íntimamente relacionados a las variaciones de la energía térmica y del viento en el océano Pacífico, a lo largo de la línea ecuatorial, por lo que el monitoreo de esta región y los cálculos matemáticos basados en las leyes de la física asociadas permite realizar pronósticos con varios meses de anticipación. Similarmente, se ha establecido científicamente que las condiciones frías La Niña en el océano Pacífico central aumentan la probabilidad de lluvias en nuestra sierra y selva, lo cual a grandes rasgos es lo que se espera en este verano. Pero ¿cómo podemos avanzar y generar pronósticos más precisos, que respondan mejor a las necesidades cada vez más exigentes de los usuarios?

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Actualmente estamos en la cuarta revolución industrial, que se basa en la disponibilidad de grandes volúmenes de datos y de su aprovechamiento efectivo con técnicas como la inteligencia artificial. Esta es una importante oportunidad para el pronóstico del clima, pero una gran limitante es la poca disponibilidad de datos, ya que los eventos climáticos se cuentan en meses o años, no días como en el pronóstico del tiempo. Sin embargo, una técnica que viene siendo aplicada con éxito es usar simulaciones existentes de miles de años con un modelo numérico del clima para establecer patrones robustos y ajustar modelos de inteligencia artificial para el pronóstico, que luego se verifican con los datos reales. En el IGP, en colaboración con la Universidad de Hawaii, estamos aplicando este enfoque a fin de predecir la probabilidad de ocurrencia de El Niño costero, como los de los años 1925 y 2017. Aún cuando la naturaleza no sea tan predecible como quisiéramos, las nuevas metodologías aplicadas con rigor científico nos permitirán operativizarla y será la responsabilidad de los diferentes actores de la gestión de riesgo de desastres el sacar el máximo provecho a la información, por más limitada que sea, para prevenir los impactos en la población, particularmente en la región Sur donde los efectos de El Niño y La Niña son menos conocidos. En el IGP, seguimos realizando Ciencia para protegernos, ciencia para avanzar.