Un crecimiento explosivo de la oferta universitaria en el país cautiva a legiones de jóvenes que persiguen ser destacados profesionales. Lamentablemente la cantidad no va de la mano con la calidad; solo la ciencia y tecnología, en coordinación con la industria y el Estado, podrán dar la competitividad necesaria. ProActivo entrevistó al Jefe de la Sección Minas de la Universidad Católica del Perú, Mario Cedrón, para conocer la realidad nacional y global en esta especialidad.

¿Cuál es la situación de la facultad de Minas en el país frente a las necesidades que hay en el mundo?
Perú es el país que más facultades de Ingeniería de Minas tiene en el mundo con 18 facultades de las 220 que existen en el mundo. En Lima hay 3, que están en la UNI, San Marcos y la Católica; y en provincias son 15. Dos son privadas -Católica y Alas Peruanas en Cajamarca- y 16 son estatales.
La mitad de facultades de Minas en el mundo están orientadas a minería de carbón y las demás a minería de roca dura, que es el caso de Perú.
De todas estas escuelas, se gradúan alrededor de 2.500 alumnos por año, 400 son peruanos y en Perú solo se requieren 40. Es decir, graduamos más de los que necesita el país.
Sin embargo, si hablamos a nivel global, el mundo necesita de unos 3.000 ingenieros de minas por año, de manera que hay una fuerte demanda, pero además del tema de la cantidad, está el de la calidad.
Indudablemente uno de los grandes problemas que afrontamos es preparar ingenieros de minas acorde a los requerimientos de la industria minera del siglo XXI y no en base a la tecnología de los años 70. Otros desafíos son dominar aspectos como la responsabilidad social, el relacionamiento comunitario y el medio ambiente.

¿Las universidades están a la altura de estos avances?
Existen dos instituciones que agrupan a las escuelas de Minas en el mundo. Una es la Asociación Iberoamericana de Enseñanza Superior de la Minería (AIESMIN), donde hay unas 20 ó 25 facultades de ingeniería de minas, de las 50 que existen en América Latina. En este universo, da gusto ver que escuelas de Minas, como las chilenas o las mexicanas, se adecuan a los requerimientos de la industria, pero hay un problema de calidad en muchas otras.
Por otro lado, está el Society of Mining Professors, que viene a ser el AIESMIN del hemisferio norte, es decir de las escuelas de minas canadienses, americanas o europeas. Allí vemos la enseñanza moderna de la ingeniería de minas, el uso de la realidad virtual, la robotización y la automatización.

¿La industria minera local exige esta nueva tecnología?
Para la gran minería es casi una obligación. Los grandes tajos abiertos se manejan con tecnología de punta, no necesariamente en la minería subterránea, salvo excepciones como Cerro Lindo, Minsur y algunas otras.
La mayor parte de la minería subterránea peruana sigue aferrada a tecnologías de los 70. Por ejemplo usan perforadoras manuales, la mecha y la dinamita, frente a tecnologías que son más modernas y más económicas, pero la riqueza de nuestros yacimientos permite que todavía sean rentables.
Sin embargo, en esta competencia en el sector minero basada en costos, es inevitable que más temprano que tarde toda la minería se adecue a lo moderno si quiere sobrevivir.
En Chile por ejemplo, los jumbos de preparación vienen con cabina a prueba de ruido y de polvo, está climatizada, usted sube y encuentra una pantalla de cómputo táctil que tiene el frente de trabajo y el túnel con todos los taladros en la posición que deben estar. Uno toca la pantalla y automáticamente el brazo del jumbo se mueve y se ubica en la posición correcta; de allí en adelante no hay que hacer nada, la máquina perfora, retrocede y se vuelve a ubicar en la posición para hacer el siguiente taladro.
También la mina El Teniente cuenta con los últimos cargadores frontales de bajo perfil que son teleoperados, es decir el operador -que controla dos o tres máquinas- está en la superficie y la máquina está mil metros bajo tierra.
En Australia se desarrollan, en calidad de prueba, equipos robotizados que ya no requieren la supervisión humana.
Esas son las tendencias del desarrollo de la minería, y en Perú tenemos que adecuarnos.

¿Pueden aplicarse equipos intermedios como los sensores en cascos?
Sí, pues pone énfasis no solo en la máquina, sino en la persona. La productividad de la máquina depende del operador.
Sin ir muy lejos, se trabajan unos lentes con chip en la mina Escondida en Chile, con un rayo láser inofensivo para la vista, que monitorea el parpadeo y cuando éste va más allá de cierto límite -signo de somnolencia o de cansancio- envía una señal para que ese operador sea cambiado a una tarea menos fatigante.
En Australia experimentan con un casco, que con sensores monitoriza señales eléctricas del cerebro para igualmente determinar el nivel de cansancio del operador.
Además, en las minas chilenas ya no se ve un camión cisterna que riega el camino para eliminar el polvo, sino aspersores enterrados de monitoreo, que cuando el nivel del polvo supera el límite permisible, surgen de la tierra y empiezan a irrigar el terreno.
Las palas tienen cámaras para monitorizar sus dientes; y se detienen automáticamente si se pierde uno en el manipuleo de la roca para encontrarlo y sacarlo, lo cual es más económico, porque ya no pararía la chancadora.

¿Esto se puede realizar en el país?
Por supuesto, es simplemente observar, pensar y tener creatividad. Es un cambio de cultura.
Hay empresas mineras que tienen sistemas de mejora continua, que incentivan al personal para que aporte ideas conducentes a la mejora de la productividad. El caso típico es Barrick con Pierina y en Lagunas Norte en términos de ideas para ser más eficientes. Es un tema de cultura organizacional.
Otras cosas que podrían hacerse están en términos de investigación y desarrollo a nivel minero. Para ello se requiere una alianza entre la industria y la academia. Lamentablemente no la vemos.

¿Cómo establecer esta alianza?
Es cuestión de conversar con empresas mineras interesadas y no pedir dinero a cambio de nada, sino de beneficios comunes.
Si se creara un instituto de investigación minera con apoyo de la industria, la academia puede hacer lo que se hace en otros países, como el famoso Cooperative Research Centres (CRC) en Australia, donde 14 empresas -6 proveedoras y 8 mineras- trabajan con el gobierno y con 4 de las facultades de ingeniería de minas de las universidades australianas, en proyectos de investigación y desarrollo con sumas de dinero que pasan los 40 millones de dólares al año.
Tenemos también el caso de la Universidad de Lulea, en Suecia, donde solo la empresa LKAB, dueña de la famosa mina Kiruna, le aporta 10 millones de dólares al año para investigación y desarrollo de su departamento de minas; y los proveedores aportan otros 10 millones de dólares que son canalizados al desarrollo de la minería.
No estamos en condiciones de aspirar a investigaciones de tan altísimo nivel, seguramente podemos hacer muchas cosas con menos ambición y menos recursos, pero siempre y cuando haya la voluntad de trabajarlo juntos.

¿Qué beneficios trajo el laboratorio QEMSCAN™ que Río Tinto instaló en la PUCP?
El laboratorio QEMSCAN™ de Río Tinto -que es una tecnología de microscopía electrónica de barrido de última generación para caracterización de minerales- fue el resultado de la visión del entonces gerente general de Río Tinto en Perú, Steven Botts, de buscar aliarse con nosotros de manera que su uso estuviese al alcance de la academia.
El recinto, que está abierto a otras universidades como San Marcos, acoge a 8 estudiantes, 6 son de Minas y 2 provienen de otros departamentos.
Ha sido inteligente que Río Tinto lo instale aquí. Tal vez significó mayor inversión, pero lo hizo en la universidad, poniendo parte del tiempo del laboratorio a disposición de nuestros alumnos para que puedan practicar y familiarizarse con esta tecnología de punta y con su cultura organizacional.
El laboratorio QEMSCAN™ es el segundo que existe en Perú; el primero está en la mina Cerro Verde. También lo tiene Chile y Brasil. Igualmente, la Colorado School of Mines y la Universidad de Exeter en Gran Bretaña cuentan con este equipo.
Solo hay 50 máquinas de éstas en el mundo, porque es de alto valor de inversión, pero cuando es bien aplicada, es de muy rápido retorno.

¿Su uso es complicado?
Es delicado porque las muestras hay que saber prepararlas. Hablamos de identificación a nivel de nanopartículas y sobre todo la interpretación de los resultados. Para ello sí se requiere tener ciertas habilidades por lo que estamos preparando a los que vendrán, gracias al convenio con Río Tinto.

¿Qué más se necesita para mantener un buen nivel académico?
Tenemos la ventaja de la cantidad, pero la desventaja de la calidad.
Los alumnos no dedican el tiempo suficiente a sus estudios, a pesar de ser jóvenes con gran potencial.
Por ejemplo, en México, el Instituto de Ingenieros de Minas de México y la Cámara de Minería han creado un fideicomiso de 1 millón de dólares anuales, para apoyar a los mejores estudiantes de Minas de las diversas escuelas, para que no necesiten trabajar y se puedan concentrar en los estudios.
Asimismo, hay apoyo económico para sus 30 profesores, quienes reciben una mensualidad para que se dediquen por completo a la enseñanza y actualización de sus conocimientos, y no tengan que estar “cachueleándose” fuera de la universidad, como ocurre en Perú.