Jorge Brito (Deloitte)

Por: Jorge Brito, socio líder de la industria Ciencias de la Vida y Cuidado de la Salud de Deloitte Spanish Latin America, Marketplace región Andina. 

Las enfermedades de esta índole suponen una carga significativa poco reconocida para la economía mundial, los sistemas de atención de salud públicos y privados, las necesidades sociales de las personas y los derechos humanos básicos.

Alrededor de la mitad de la población mundial se ve afectada por un problema de salud mental en algún momento de sus vidas. A pesar de ello, esta es constantemente estigmatizada e ignorada, al punto de que en el ámbito mundial los recursos destinados a su atención siempre han sido significativamente menores en comparación con la atención de la salud física.

Deloitte publicó su informe “Perspectivas del sector de cuidado de la salud 2022”, en el que revela que los niveles de financiación para atender los problemas de salud mental aún no son prioritarios en la agenda mundial: entre 2000 y 2014, el gasto en este rubro representó solo el 0,4 % del total destinado al sistema de salud.

Por su parte, los países de bajos ingresos consignan, en promedio, solo el 0,5 % de sus presupuestos a esto y la mayor parte del dinero está dirigida a hospitales que funcionan como asilos y no como centros de tratamiento.

Consecuencias económicas

Los gastos relacionados, directos e indirectos, se estiman en más del 4 % del PIB mundial, lo que representa más que el costo combinado del cáncer, la diabetes y las enfermedades respiratorias crónicas. Para 2030, se espera que los costos de salud mental superen los USD6 billones al año.

Por su parte, entre 2011 y 2030, se prevé que la pérdida de producción económica acumulada asociada con estos problemas sea de USD16,3 billones en todo el mundo. La investigación de Deloitte también estima que las consecuencias secundarias impactan en los empleadores, costándoles USD2.000 anuales por colaborador debido al ausentismo, presentismo (empleados que asisten a trabajar cuando no deberían, especialmente cuando se enferman o trabajan demasiadas horas), abandono y rotación innecesaria.

Factores

Del estudio se desprende que entre una cuarta parte y la mitad de la población mundial se ve afectada por enfermedades mentales en algún momento de sus vidas. Casi 800.000 personas mueren por suicidio durante un año, lo que representa aproximadamente uno cada 40 segundos. De hecho, lamentablemente, el suicidio es la segunda causa de muerte en el mundo entre las personas de 15 a 24 años.

No en vano, los sistemas de salud pública han advertido que una ola de depresión y ansiedad, estrés postraumático y otras de esta índole están en el horizonte debido a múltiples crisis alrededor del mundo, muchas de ellas a raíz de la pandemia.

Además de las secuelas del COVID-19, la investigación encuentra un fuerte vínculo entre el uso intensivo de las redes sociales y un mayor riesgo de depresión, ansiedad, soledad, autolesiones e incluso pensamientos suicidas. Sin embargo, afortunadamente, la voluntad de las personas a discutir sus problemas de salud mental en foros públicos está masificando el tema, especialmente entre las generaciones más jóvenes, lo que ha impulsado a algunos cambios de percepción y enfoque sobre los mismos.

Otra situación presentada es que muchos tratamientos no relacionados con el coronavirus se han retrasado o pasado por alto durante la pandemia. Por ejemplo, las evaluaciones de monitoreo de cáncer que requieren hombres y mujeres con mayor frecuencia y profundidad conforme se avanza la edad biológica.

A su vez, el temor a exponerse a esta enfermedad al acercarse a los hospitales y los consultorios fue un factor importante para suspender terapias, chequeos y vacunaciones. Esta falta de atención impactó, en mayor medida, a los temas psicológicos y emocionales, pues al final del día, el dolor físico siempre prevalecerá a cualquier preocupación o cuadro depresivo.

Estrategias o acciones

Este escenario evidencia la necesidad de colocar a la salud mental en un lugar central en la agenda económica y pública de las naciones. Es esencial fomentar una estrecha colaboración entre Gobiernos, proveedores de atención médica y aseguradoras, organizaciones comunitarias, instituciones académicas, empresas públicas, medios de comunicación y consumidores, con el fin de generar conciencia sobre su importancia.

A su vez, se necesita urgentemente una innovación y transformación digital que contemple la integración de los sistemas con las tecnologías de salud, con sinergias y asociaciones para lograr responder a la insatisfecha demanda de vacunas, tratamientos y servicios básicos, apoyados además en modelos presenciales, virtuales e híbridos.

Muchos de los cambios que se ven en un futuro mediano y lejano se han acelerado. Las organizaciones que salgan adelante y logren sostenibilidad lo harán por la visión de sus líderes y la agilidad de respuesta que tengan para lograr que las nuevas formas de trabajo sean ágiles, flexibles y que agreguen valor a los negocios y a todos los stakeholders de la organización.

Por otro lado, se requiere una visión estratégica consensuada que integre una oferta de servicios innovadores, a las comunidades y los ecosistemas de salud. Esto se logrará con diálogos abiertos y colaborativos que promuevan diversidad, equidad e inclusión, mayor investigación y desarrollo, creación de clústers y alianzas público – privadas; todo esto pensando en las minorías y los más necesitados.

En conclusión, todo tema de salud física tiene raíces y/o consecuencias psicosomáticas. Es así como algunas condiciones de trabajo nuevas que surgieron en la pandemia han sido respuesta a las crisis que tienen impacto en el ámbito individual, familiar, organizacional y social. Los temas de bienestar afectan a todos independientemente de las industrias, estatus socioeconómico, raza, género y edad.