José Martínez, Vicepresidente Ejecutivo de Rimac Seguros

OPINIÓN
José Martínez
Vicepresidente Ejecutivo de Inversiones Rimac Seguros

Tres investigadores recibieron el Nobel de Economía este año, abordando el mismo problema y alcanzando conclusiones opuestas.
Eugene Fama y Lars Peter Hansen, de la Universidad de Chicago, demostraron que en el corto plazo las variaciones en los precios de los activos en el mercado son impredecibles y no pueden ser explotadas por los inversores de manera sistemática. Fama y Hansen atribuyeron este fenómeno a la racionalidad con la que actúan los agentes en el mercado.

Robert Shiller, de la Universidad de Yale, trató de comprobar este resultado analizando si los precios de las acciones varían de la misma forma en la que varían los flujos de caja de las empresas que las emiten. Sin embargo, Shiller comprobó que los precios de las acciones variaban mucho más que los dividendos, atribuyendo este exceso de volatilidad a los impulsos no racionales de los inversores.

¿Podemos, entonces, decidir racionalmente acerca de eventos futuros? La realidad parece sugerir que esto no es posible: inversores, gobernantes y empresarios toman decisiones que usualmente tienen consecuencias no deseadas, no previstas. En muchas ocasiones, terminan por tener efectos más o tan contraproducentes como el problema que, originalmente, trataron de resolver.

En la década de los 70 los chinos limitaron el número de niños que podía tener una familia con el propósito de combatir la fuerte explosión demográfica. Esta política redujo la tasa de natalidad en ese país de 5 niños en 1970 a 1.6 en el 2011. Hoy China enfrenta un problema tan o más grande que la explosión demográfica de los 70: la población china está envejeciendo de manera acelerada producto de la falta de niños y gente joven en edad de tener niños. Miremos la desglaciación acelerada observada en el Polo Norte. Se conocen los efectos del fenómeno del calentamiento global y sus causas, pero no hemos sido capaces de enfrentar este asunto. Sin embargo, ya hay voces que indican que la desglaciación del Ártico abriría dentro de 40 años una nueva ruta de comercio entre Asia, Europa, Canadá y EE.UU., y que además permitiría explotar el 13% de las reservas no descubiertas de petróleo y 30% de las de gas natural. Investigaciones recientes indican que pensamos “en positivo”, y que subvaloramos la posibilidad de ocurrencia de escenarios negativos.

Cabe anotar que los “impulsos irracionales” también explican gran parte del éxito de la humanidad como especie, permitiéndonos asumir más riesgos. Debido a esto, muchos matrimonios hoy exitosos no hubieran ocurrido, muchas empresas prósperas no se hubieran iniciado y muchos avances en la medicina y en la tecnología no se hubieran producido nunca. Es cierto que somos miopes y que esto podría generarnos muchos problemas a futuro. Sin embargo, es posible que gracias a esta miopía continuemos avanzando como especie.

Fuente: Gestión