Joe Biden (Estados Unidos)

(Foto: Bloomberg)

El presidente Joe Biden no debería esperar una invitación a Arabia Saudita para poder poner sus manos sobre un orbe luminoso en un futuro cercano.

El anuncio de que Estados Unidos liberará 50 millones de barriles de la Reserva Estratégica de Petróleo (SPR, por sus siglas en inglés), como parte de una medida más amplia coordinada con otros países, es un golpe directo a la OPEP+, el grupo liderado por Arabia Saudita junto a Rusia. También implica un cambio potencialmente importante en el papel que desempeñan las reservas estratégicas en el mercado del petróleo.

El aumento de los precios de la energía perjudica a los presidentes en el mejor de los casos, pero debido al aumento de la inflación Biden parece especialmente vulnerable. Esto no solo perjudica a los consumidores, sino que también proporciona al senador Joe Manchin una buena excusa para retrasar o hacer fracasar el paquete de gastos con tintes ecológicos del presidente.

Así que Biden quiere demostrar que escucha el lamento colectivo de las gasolineras de Estados Unidos. Los primeros informes sugieren que en total, incluyendo a otros países, se podrían liberar casi 80 millones de barriles.

Vendidos entre diciembre y enero, esto proporcionaría alrededor de 1.3 millones de barriles adicionales diarios. Las proyecciones más recientes de la Administración de Información de Energía mostraron un déficit en el mercado mundial de petróleo de alrededor de 1.5 millones de barriles diarios en diciembre y un superávit de 1.3 millones por día en enero.

Toda la palabrería sobre la SPR parece haber ayudado a enfriar los precios (aunque los nuevos cierres por el COVID-19 en Europa también son importantes). De hecho, el petróleo subió el martes por la mañana, posiblemente como reflejo de que los rumores anteriores habían sido digeridos. Sin embargo, la confirmación de la liberación altera la ecuación de la oferta y la demanda para el futuro inmediato y, sobre todo, desbarata el repunte que había cobrado fuerza en setiembre y octubre.

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Eso es probablemente lo único que le importa a Biden, dado que se espera que el mercado del petróleo se relaje en el 2022. Aun así, la OPEP+ amenaza con compensar la liberación reduciendo sus aumentos de producción planificados. Parece que tiene todas las de ganar: el grupo produjo casi 43 millones de barriles diarios en octubre, de los cuales casi 37 millones están sujetos a objetivos de producción.

Pero no es así. La OPEP+ sigue produciendo por debajo de sus propios y modestos objetivos de aumento. En octubre, el principal grupo de la OPEP suministró solo la mitad de su oferta adicional planificada. Esto refleja en parte la debilidad de algunos miembros, como Angola y Nigeria. Además, refuerza su imagen de club sin criterio que pregona su flexibilidad y su papel de “regulador”, aunque retiene la oferta de miembros más capaces a pesar de los altos precios del petróleo.

Analistas de Citigroup calculan que el aumento promedio mensual de la OPEP+ entre agosto y noviembre asciende a solo 262,000 barriles diarios, es decir, entre 7 millones y 8 millones de barriles al mes. Como observa Ed Morse, jefe global de investigación de materias primas de Citigroup, desde la perspectiva de los países consumidores que liberan decenas de millones de barriles, “¿por qué iba a preocuparme el riesgo de 7 millones de barriles?

Además, frenar la producción ahora equivaldría a ceder participación de mercado, un concepto que ha provocado fricciones entre Arabia Saudita y otros pesos pesados como Rusia y Emiratos Árabes Unidos en los últimos dos años.

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Las reservas estratégicas son, por supuesto, más finitas que las reservas de petróleo del petroestado. Por eso, aunque Estados Unidos y otros países consigan enfriar los precios, el efecto sería efímero. Las reservas tendrían que reponerse en algún momento, lo que generaría una mayor demanda de petróleo —y una presión al alza de los precios— en el futuro. De hecho, la mayor parte de la liberación estadounidense consiste en intercambios a corto plazo que serán reemplazados.

Sin embargo, Estados Unidos tiene margen para ser más agresivo si lo desea. Ha coqueteado de forma intermitente con ser un exportador neto de petróleo desde fines del 2019, incluyendo lo que va del mes. Sigue siendo un gran importador de petróleo (las exportaciones netas se ponderan con los productos refinados), pero incluso las importaciones netas de crudo solo promedian alrededor de entre 2 millones y 4 millones de barriles diarios. Sobre esa base, la SPR cubre actualmente más de seis meses de importaciones netas, mucho más de lo necesario.

Japón, uno de los otros países que liberan barriles, también tiene más de 200 días de importaciones, aunque eso también incluye las existencias comerciales.

China también participa, lo que representa una especie de golpe diplomático para Biden, dada la importancia del país como cliente de la OPEP+ y sus tensas relaciones con Estados Unidos en casi todos los demás frentes. China, aprovechando esa importancia, ha pasado la última década construyendo reservas tanto estratégicas como comerciales, y las ajusta para aprovechar los bajos precios del petróleo o para tratar de moderar los repuntes.

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La medida de Biden, dirigida explícitamente a los precios del petróleo y no a una emergencia específica, se ajusta más al modelo comercial de Pekín. Históricamente, la SPR estadounidense ha sido “petróleo muerto”, retirado del mercado y con pocas probabilidades de ser utilizado salvo en las circunstancias más extremas. Si esta liberación anuncia un enfoque más intervencionista, eso representaría un cambio importante en el mercado del petróleo, y una señal de que la antigua preocupación por la escasez, arraigada en las crisis de suministro de los años 70, está desapareciendo.

Para los productores de petróleo estadounidenses, la liberación no debería importar mucho; es menos probable que se vean afectados los futuros a más largo plazo utilizados con fines de cobertura. Bob Brackett, de Bernstein Research, ha estudiado 43 grandes empresas de exploración y producción y ha calculado que, con el petróleo a un promedio de US$ 71 en el tercer trimestre, generaron casi US$ 23 de flujo de caja por barril equivalente, de los cuales solo un tercio se destinó a gastos de capital. El precio del petróleo no es lo que frena la producción de esquisto. Es la falta de confianza con los inversionistas.

La medida de Biden probablemente solo tendrá un efecto temporal de frenar el impulso de los precios del petróleo. Pero en términos políticos, se centra en el corto plazo. La amenaza de la OPEP+ se ve debilitada por su propia despreocupación de los últimos meses. Las represalias no harían más que jugar a favor de Biden. Después de todo, por mucho que los estadounidenses culpen de los precios del petróleo al presidente en ejercicio, tampoco son fans de la OPEP.

Fuente: Bloomberg