Guillermo Vidalón del Pino, Superintendente de Relaciones Públicas de Southern Perú

Guillermo Vidalón del Pino, Superintendente de Relaciones Públicas de Southern Perú

Por: Guillermo Vidalón del Pino

El Reino de Baraja atravesaba por una de sus mayores pesadillas, había arribado al poder el “Rey de Corazones”, muy altruista y generoso a los ojos del pueblo, pues ofrecía programas de asistencia por doquier; claro, todos ellos subvencionados por el fruto de trabajo de sus súbditos más disciplinados.

Sus consejeros económicos le habían indicado que los ingresos de la Corona debían mantener un equilibrio con relación a los gastos efectuados, sobre todo si quería evitar el recuerdo de la inflación ocasionada por decisiones erróneas de sus antecesores pertenecientes al símbolo de “Corazones”.

No obstante, el Rey era pródigo en sus desaciertos.  El ritmo creciente de la economía se había estancado por los dubitativos actos de gobierno. Un día ofrecía respaldo a los súbditos dispuestos a arriesgar sus ahorros e invertirlos en proyectos de desarrollo. Otro día reculaba porque alguien perturba sus oídos y los llenaba de temores socio-ambientales, dudas que eran aprovechadas por sus anteriores ministros y asesores.  En medio de este panorama, las cotizaciones de los productos de exportación de Baraja seguían cayendo.

El Rey en su soledad parece no haberse informado de que la felicidad del pueblo nace del trabajo que lo dignifica y, además, agrega virtudes cuando decide ahorrar con la finalidad de invertir y generar empleo y mayores oportunidades para lograr el bienestar al conjunto.  Al parecer, tampoco se había enterado de que la historia del reino registra innumerables momentos en que bajo el manto de “lo hago por el pueblo” se cometieron los más grandes estropicios, los cuales –finalmente- tuvieron que ser depositados sobre los hombros del pueblo, que siempre paga los desaciertos políticos.

A pesar de que el ritmo de crecimiento de la economía de Baraja descendía, la recaudación en el reino aumentaba. Los oidores del Rey le habían indicado que era posible lograr el equilibrio de la Caja de la Corona si se creaban más impuestos o si se establecían “otros mecanismos de recaudación”. El Rey sorprendido preguntó, -¿Cuáles son esos?-.

El oidor mayor respondió –“La Casa Real de Contribuciones y la de La Justicia del Rey”–. –“¿Pero, acaso no son instituciones autónomas?”-, precisó el Rey.  –“Majestad, efectivamente, pero ambas organizaciones fueron creadas por la Corona y están al servicio de la misma y no del reino.”-. El Rey festejó con una gran carcajada la ocurrencia del oidor, quien de inmediato se puso a trabajar.

Convocó al Administrador de la Justicia y le dijo, “hay muchos reclamos por las multas y sanciones que estamos aplicando.  Necesitamos que los organismos de la Corona sirvan a la Corte”. Muy diligente el administrador convocó a todos sus jueces para peguntarles: “-¿Todos saben qué significa el Derecho a la Legítima Defensa y la justicia?”-. -“”-, respondieron al unísono. –“Pues, ha llegado el momento de defender con justicia nuestros intereses en concordancia con los interés de la Corona”-.

Los súbditos, al ver que sus reclamos no prosperaban, recurrieron a los abogados más diestros y apegados a lo que se indica en los reglamentos y demás leyes.  Sus argumentaciones eran irrefutables.  El administrador de las Arcas de la Corona  expresó su preocupación ante el Director de Contribuciones, para apoyar al de Justicia.  Este último le transmitió calma y diseñó un plan, “Estableceré un fondo de capacitación con valor de maestría y doctorado para todos los jueces.  En adelante, ellos contarán con la experiencia y el conocimiento de Contribuciones para sustentar ‘imparcialmente’ sus decisiones a favor de la Corona, con la “explicación oficial” de cómo deben ejecutarse las reglas.  De esta manera, incrementamos la recaudación y obtendremos mayores beneficios para todos…nosotros, ¿me entendió?-, inquirió.  “Con ello, La Casa Real de La Justicia del Rey’ podrá modernizarse, y además, muchos magistrados podrán enseñar en universidades de la Corona y la rueda de la imparcialidad y de la justicia seguirá su curso.”

 

-“¿Curso?”-, preguntó el Magistrado Mayor.

-“¡Sí!, el de arrodillar a los súbditos del reino”-, replicó el Director de Contribuciones.

 

Ambos se despidieron efusivamente, contentos por los acuerdos logrados y la manera en que estos serían implementados.