El sector petrolero ha respondido a la caída del precio reduciendo costos.

Podría ser demasiado pronto para escribir el obituario de la OPEP, pero el club de productores de petróleo parece tener urgente necesidad de cuidados paliativos. Muestra poca comprensión de dónde se encuentra, cómo llegó allí o hacia dónde va. Aunque todavía se las arregla para conseguir nuevos miembros aquí y allá, su grupo básico parece más frágil que en cualquier otro momento en más de 30 años.

Los históricos acuerdos de producción, armados tan trabajosamente el año pasado, están fracasando. Casi 12 meses de diplomacia itinerante culminaron en dos convenios que llevarían a 22 países a reducir la producción en cerca de 1,8 millones de barriles al día. La implementación ha sido mejor que en cualquier otro recorte de producción previo, el cumplimiento llegó a 106 por ciento en mayo. ¿Un éxito resonante? Difícilmente.

Este es el último mes de esos acuerdos y los precios del crudo están más bajos que cuando se firmaron. Los productores no solo sacrificaron volumen, sino que también ganan menos por cada barril que producen. La reciente extensión de los convenios tan solo prolonga los límites a la producción otros nueve meses, la mejor respuesta que la OPEP pudo acordar. Apenas si se mencionaron recortes más profundos. Las afirmaciones de “hacer todo lo que sea necesario” suenan huecas.

En efecto, no hay vocación por los grandes recortes que exigirían verdaderos sacrificios en países como Rusia, donde factores estacionales normales ayudaron al país a bajar la producción en el primer semestre del año. Tan solo mantener los actuales niveles de extracción podría resultar difícil en el resto de 2017: trabajos tempranos de mantenimiento ayudaron a varios miembros de la OPEP a cumplir con sus metas, pero eso no puede continuar. Y después está el problema del repunte de la producción en Libia y Nigeria, ambas exentas de los recortes.

Pero el malestar es mucho más profundo. Bajo un aspecto de unidad, se están dibujando grietas entre miembros centrales de Oriente Medio. El enfrentamiento con Catar, liderado por los sauditas, podría crear la división más grave desde que Irak invadió Kuwait en 1990. Como escribí la semana pasada, Irak podría estar ahora en la mira de Mohammed bin Salman porque la influencia de Irán crece en el país y Bagdad está rezagada respecto del resto en cuanto a implementar los recortes de producción. Como si las fallas internas no fueran suficientes, la OPEP parece haber perdido contacto con la realidad. Los ministros dicen que se necesitan precios más altos para pagar las inversiones en la futura capacidad de producción y lanzan graves advertencias sobre una crisis de suministro venidera. Dijeron lo mismo para justificar que los precios se dispararan por encima de los US$100 el barril en 2008. No era verdad entonces y podría no serlo tampoco ahora.

El sector petrolero ha respondido a la caída del precio reduciendo costos. Proyectos que necesitaban un crudo a US$100 para lograr el equilibrio han sido mágicamente rediseñados para resultar sustentables a la mitad de ese nivel. La OPEP equivocó por completo su juicio sobre la industria norteamericana del shale y parece no comprender como esta aún se desarrolla con rapidez. Es un poco como intentar explicarle internet a mi madre de 85 años o cuando mi hija de 12 años intenta ponerme al tanto de los medios sociales. Como me cuenta el consultor Morten Frisch, perforar desvíos horizontales en pozos abandonados de la Cuenca Pérmica está produciendo una tasa de rendimiento de 91 por ciento con una inversión de US$7 millones y significa 1.500 barriles diarios de crudo. Frisch predice grandes aumentos de la producción de pozos verticales en áreas previamente explotadas de la Pérmica.

Como no aprovechó los buenos tiempos para invertir en un futuro de precios petroleros bajos, la OPEP enfrenta una crisis de ancianidad. Se cae a pedazos internamente, confundida por el mundo y cada vez más irrelevante.

Fuente: El Comercio