Sandor Lukacs de Pereny

Por: Sandor Lukacs de Pereny, Ph.D. (profesor investigador y consultor de ESAN Graduate School of Business). 

Winston Churchill una vez dijo lo siguiente: “se ha dicho que la democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras formas que han sido probadas de vez en cuando.” Ahora, querido lector, reemplace en la anterior oración las palabras “la democracia es” y “gobierno” por “los criterios ESG son” y “medición”, respectivamente.

Los criterios ESG emergen como una herramienta vital en el ámbito financiero para evaluar a las empresas basándose en su compromiso y desempeño en áreas ambientales, sociales y de gobernanza. Y es que, a través de un enfoque que combina datos objetivos y subjetivos (incluyendo autoinformes verificados por entidades independientes) estas clasificaciones apuntan a prever riesgos financieros asociados con malas prácticas, así como a destacar a aquellas empresas cuyas estrategias responsables podrían traducirse en una ventaja competitiva a largo plazo. Sin embargo, aunque los puntajes ESG ofrecen un marco para distinguir entre empresas según su responsabilidad corporativa, su eficacia en medir el impacto positivo concreto de las políticas empresariales sobre la sociedad y el ambiente aún enfrenta limitaciones significativas. En este artículo ofrecemos un análisis compacto -pero detallado- sobre los aspectos clave de los criterios ESG, identificando sus ventajas y desventajas a fin de ofrecer una perspectiva rigurosa y bien fundamentada sobre su capacidad para apalancar prácticas empresariales sostenibles.

Como es sabido, la medición ESG (por sus siglas en inglés ambiental, social y gobernanza) evalúa el rendimiento de las empresas en sostenibilidad a fin de identificar sus impactos ambientales, sociales y de gobernanza.

Iniciativas como la adopción de energía solar para reducir la huella de carbono son ejemplos de prácticas sujetas al escrutinio ESG lo que resulta en una puntuación de sostenibilidad.

Como resultado, los beneficios de integrar ESG incluyen una reducción de costos operativos, fortalecimiento de la marca, atracción de capitales/clientes, cumplimiento legal (gap compliance) y apoyo en la planificación estratégica corporativa.

Ahora bien, en cuanto a los métodos para medirlos, abarcan desde juntas de normas ESG, como CDP, SASB, GRI y TCFD, hasta certificaciones como la Certificación B de B Lab además de directrices de mercados de capitales como HKEX.

Tendencia devenida en estrategia empresarial

Un tercio de los activos gestionados a nivel mundial, valorados en unos US$ 30 mil millones, están ahora influidos por criterios ESG, marcando un significativo aumento desde 2016. Esta tendencia refleja una conciencia creciente sobre la importancia de gestionar el impacto ambiental y social de las empresas.

Y es que la creciente popularidad de las inversiones ESG se debe a la demanda de clientes financieros por empresas que demuestren responsabilidad social y ambiental, y al reconocimiento de que las inversiones sostenibles ofrecen un mayor potencial de crecimiento a medio y largo plazo.

Puntualmente, con proyecciones indicando que las inversiones “verdes” superarían los US$ 53 mil millones de dólares para 2025, la antigua fórmula de Milton Friedman referente a que “el único propósito de los negocios es generar ganancias” está siendo desmantelada por una nueva realidad de gestión. Los lineamientos ESG son estrategia; es pasar del “que haces” al “cómo lo haces”.

Empero, aunque el uso de puntajes ESG para evaluar/comparar la sostenibilidad empresarial se ha generalizado, surgen críticas sobre su eficacia. Por ejemplo, estos puntajes centrados en medir el nivel de riesgo en lugar del impacto positivo real pueden no capturar completamente la sostenibilidad de una empresa (porque los contextos pueden variar significativamente según el país o la región).

Por ende, urge una revisión de la medición que sea más precisa y uniforme.

De estándares y medición de desempeño (performance assessment)

En la actualidad, existen diversos actores que miden el desempeño ESG de las empresas ESG. Destacan, por ejemplo, Sustainalytics, MSCI, Bloomberg, CDP, FTSE Russell e ISS, entre otras. Todos ellos ponderan el desempeño de sostenibilidad de las empresas en aspectos materiales de la triada ESG. En general, dichas puntuaciones (que oscilan de 0 a 100 o de AAA a CCC), ofrecen una visión de la efectividad con la que las empresas gestionan riesgos, influenciando así su rendimiento financiero y el riesgo/atractivo de inversión. Sin embargo, ocurre que la falta de estandarización en las metodologías de estas agencias puede generar variaciones en las calificaciones. Esto precisamente genera desafíos para la comparación entre empresas.

Pero, a pesar de de estas limitaciones, las calificaciones ESG aun así permiten orientar decisiones de inversión, fomentar prácticas sostenibles y aumentar la transparencia corporativa.

Los criterios ESG a la balanza: pros y contras

En cuanto a los pros, las inversiones ESG se caracterizan por permitir a los inversionistas alinear sus carteras con sus valores personales.

De esta manera, se apoya a aquellas empresas que demuestran prácticas sólidas en sostenibilidad y responsabilidad social.

Esta modalidad facilita una forma avanzada de gestión de riesgos al evaluar potenciales desafíos (no necesariamente tangibles en los análisis financieros tradicionales) además, de promover un impacto positivo en la sociedad y el medioambiente. En consecuencia, con resultados sostenibles, sumados a una comprobada capacidad de ofrecer rendimientos que pueden superar a las opciones de inversión convencionales, las empresas estratégicamente demuestran generar valor tanto en el ámbito financiero como en el compromiso con un futuro “más verde y socialmente justo.” A esto también se le conoce como Shared Value, concepto acunado por los investigadores Porter & Krammer (2004).

En cuanto a los contras, las iniciativas ESG afrontan críticas crecientes por diversas razones. Estas incluyen su percepción como 1) estrategia de relaciones públicas propensa al greenwashing, 2) su complejidad y dificultad de implementación, 3) la falta de estandarización en su medición, 4) dudas sobre su impacto real en la sociedad y el medioambiente, y 5) evidencia no convincente sobre su retorno de inversión. En este contexto, acérrimos críticos como Tariq Fancy argumentan que la inversión ESG puede actuar como un “placebo peligroso” al no influir significativamente en el comportamiento corporativo o al no aportar beneficios ambientales concretos. Otros detractores como Aswath Damodaran (y movimientos como el anti-ESG en EE. UU.) cuestionan la capacidad de ESG para resolver los desafíos globales. Por ello, reclaman la necesidad de debatir tanto sobre su eficacia como sobre la forma en que se miden y se implementan para garantizar prácticas sostenibles auténticas y retornos financieros responsables.

La necesidad de repensar la medición de sostenibilidad ESG

Los puntajes ESG, diseñados para evaluar la sostenibilidad en organizaciones, no capturan efectivamente el desarrollo sostenible debido a su falta de enfoque en conceptos clave como temporalidad, impacto, gestión de recursos e interconectividad. Pese a su creciente popularidad, estos puntajes enfrentan críticas por su incapacidad para cuantificar adecuadamente todos los aspectos de sostenibilidad adicional a la falta de transparencia de algunas agencias que los generan.

Especialmente, las inversiones ESG exhiben limitaciones en su capacidad para abordar la complejidad de cuestiones sociales y ambientales. Por ejemplo, “cuantificar” o “medir” la pérdida de biodiversidad, o el “empoderamiento” entre otros, yacen como impactos subestimados. En este sentido, Jennifer Howard-Grenville, profesora Diageo de Estudios Organizacionales en la Escuela de Negocios Judge de Cambridge, sostiene que, para una acción efectiva, es primordial que las empresas realicen un análisis profundo de procesos específicos. Con ello, se podría mejorar significativamente la gestión de desafíos sociales y ambientales vía la innovación y una comprensión más amplias.

En otras palabras, identificar sustancia de superficialidad.

En similar tenor, un estudio de Clement et al. (2022) sugiere la necesidad de repensar un nuevo indicador que incorpore de manera más completa los principios de sostenibilidad, en respuesta a los urgentes desafíos climáticos y sociales actuales. Proponen para estos efectos la aplicación de un enfoque más integrado y multifacético para la evaluación de sostenibilidad. El objetivo es instar a las agencias de puntajes ESG a ampliar sus metodologías que permitan reflejar mejor el desempeño en sostenibilidad empresarial y así calibrar las expectativas de su uso y utilidad entre la comunidad, académicos, inversionistas y gobiernos.

Para cerrar, Winston Churchill una vez dijo lo siguiente: “se ha dicho que la democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras formas que han sido probadas de vez en cuando.” Ahora, querido lector, reemplace en la anterior oración las palabras “la democracia es” y “gobierno” por “los criterios ESG son” y “medición”, respectivamente.

Y sí, los paradigmas estratégicos también evolucionan.