Roque Benavides

Roque Benavides (Foto: GEC)

Por: Roque Benavides 

La historia del Perú está llena de enfrentamientos que han generado rencores, ya sean pasajeros o de largo plazo. Nos decimos católicos y cristianos, pero en algunos casos somos incapaces de perdonar nuestras diferencias. Esto se ve claramente en los enfrentamientos políticos.

Vengo de una familia en la que la política fue siempre importante, tanto por el lado paterno como materno. El mariscal Benavides tuvo una presencia gravitante en el hogar de mi padre y Haya de la Torre en el hogar de mi madre. No faltaron enfrentamientos entre ambos líderes políticos, incluso la prisión de Haya de la Torre siendo presidente de la República Benavides.

También hubo concordancias cuando ambos apoyaron la candidatura de José Luis Bustamante y Rivero que lo llevó a la Presidencia. Lamentablemente, el equilibrio se quebró por el fallecimiento de Benavides unos meses antes de que asumiera Bustamante la Presidencia, lo que llevó a enfrentamientos que culminaron en el golpe de Estado de Odría.

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Benavides y Haya de la Torre llegaron a consensos pese a ser adversarios políticos, supieron poner por delante los intereses del Perú para lograr una candidatura de consenso. Esa es la lección histórica.

En los últimos años ha habido enfrentamientos políticos entre fujimoristas y otras fuerzas políticas que han polarizado el ambiente en nuestro país. Seguramente ello se reflejó en el anterior Congreso así como en el actual.

La participación política de los ciudadanos no puede llevar a descalificaciones. Participar en política significa dedicar tiempo personal al quehacer de la nación y debe ser reconocido como una contribución. Eso no quiere decir que no existan discrepancias. Recordando lo dicho por Ramiro Prialé, “entre peruanos no podemos ser enemigos, podemos ser adversarios”. Entre los adversarios se puede y se debe dialogar para lograr el mejor resultado para nuestro Perú, que debe ser el objetivo de todos los peruanos.

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No pretendo comparar hechos históricos que se han dado en el pasado con la actualidad, pero recientemente me enteré de la designación de Juan Carlos del Águila como asesor ad honorem de nuestra Cancillería.

Lo conozco desde mi participación en el Plan Binacional Perú-Ecuador, que se trabajó después de la firma del Tratado de Paz entre nuestros países y que tenía como objetivo promover la integración a todo nivel. Lo conocí en Iquitos, donde Juan Carlos vive y ejerce su liderazgo; en esa época se desempeñaba como presidente de la Cámara de Comercio de Iquitos. Tanto él como yo dedicamos tiempo ad honorem para lograr que peruanos y ecuatorianos nos integremos. Hoy hemos avanzado y es producto de ese esfuerzo.

Posteriormente fue elegido congresista por su región y elegido presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso de la República en el anterior periodo legislativo, por lo que no me sorprendió que nuestra Cancillería lo nombrara asesor ad honorem. Al contrario, me pareció una buena idea.

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Al parecer, la polarización que existe en nuestro país hizo que voces poco reflexivas lo tildaran de fujimorista y, por lo tanto, no debía dar de su tiempo gratuitamente a nuestro país. Al final, el gobierno dio marcha atrás en el nombramiento perdiéndonos de contar con una mente clara, con experiencia y generosa.

El ejemplo detallado líneas arriba debe llevarnos a reflexión. Nuestro país necesita de todos, ¡más allá de la participación política! Participar en política no es malo, no debe ser razón para vetar a nadie. Aprendamos a ser tolerantes y así contribuir al desarrollo de nuestro país.

Más allá de mi amistad con Juan Carlos del Águila, creo que su ejemplo debería servirnos para abrir nuestras mentes y nuestros corazones. Tenemos que ser mas humanos y no quedarnos en los rencores y resentimientos.

Fuente: Perú 21