Hudbay Minerals

(Foto: El Comercio)

Arturo Hugo Huaylla Quispe es operador de la sala de control de chancado en la Mina Constancia, ubicada en Cusco y controlada por Hudbay. A diferencia de lo que sucedía algunos meses atrás, hoy sus responsabilidades no comienzan cuando ingresa a su área de operaciones, sino a muchos kilómetros de ahí: en Arequipa, donde reside. La presencia espectral de la COVID-19 hace que salga de casa lo menos posible, solo para hacer las compras del mercado o cuando le toca reintegrarse al trabajo. Cuando esto pasa, el tintineo de los protocolos es una alarma permanente que le recuerda la necesidad de cuidarse.

Huaylla sabe que tiene una responsabilidad no solo consigo mismo, sino también con su familia, su centro de trabajo y sus compañeros. “El protocolo de cuidados inicia con el taxi enviado por la empresa para recogernos. El conductor realiza los procedimientos de higiene y nos lleva hasta un hotel designado por la empresa, donde pasamos un periodo de aislamiento previo de siete días. En el primer día, nos realizan una prueba rápida y entre el tercer y cuarto día, la prueba molecular”, relata. Solo después de tener los resultados de ambas pruebas, y que estos sean negativos, el operador puede ingresar a la mina.

Como otras mineras, Hudbay implementa procedimientos para identificar riesgos de contagios. Desde que las empresas mineras y sus contratistas retomaron las operaciones, han tenido que ajustarse a las exigencias normativas sanitarias.

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Vicente Magro, gerente de Seguridad Corporativa de la Asociación de Contratistas Mineros del Perú (Acomipe), indica que, más allá de las exigencias, las propias empresas del sector despliegan también sus propias acciones para reducir riesgos. Una de ellas es realizar despistajes y procedimientos de vigilancia y seguridad médica al momento del ingreso de los trabajadores a la mina.

“Durante la estadía en el hotel, nos dan recipientes descartables con una dieta de aproximadamente dos mil calorías, debido a que no estamos haciendo actividad física durante esos días”, indica Huaylla.

TRANSPORTE REDUCIDO

Esperar en el hotel puede resultar estresante, por lo que Huaylla aprovecha el tiempo para leer y estudiar. Cuando toca ir hacia la mina, los colaboradores suben a un bus que va al 50% de su capacidad de transporte. Cada trabajador se sienta al lado de una ventana, como indica la norma.

La mina es una comunidad de convivencia, por lo que todos deben cuidarse entre sí. Se mantiene el distanciamiento social y es obligatorio el uso de mascarillas y escudo facial.

Magro indica que las mineras han preparado un protocolo para la recepción del personal en mina. Se establece todo un sistema de desinfección preventiva no solo para trabajadores directos sino para todo aquel que ingresa. Pero lo más valioso, remarca, es la capacitación y la asimilación de la cultura preventiva por parte de los trabajadores. Así, cada uno tiene una responsabilidad que cumplir frente a la pandemia de la COVID-19.

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REINICIO DE OPERACIONES

El panorama ha cambiado en los campamentos. Los espacios recreativos (gimnasios y salas de juegos) se han reducido o, en algunos casos, han sido cerrados hasta el fin de la pandemia.

El escenario es distinto y tiene que ser así. Hudbay ha implementado más módulos de lavado de manos con dispensadores de jabón en varias áreas. Si antes era posible que alguien olvide lavarse las manos antes de comer, hoy es impensable. El ingreso al comedor demanda la toma de temperatura y la limpieza de calzados en una bandeja con hipoclorito de sodio.

Al momento de recoger los alimentos ya no es posible comunicarse verbalmente con el personal que atiende. ”Si queremos un poco más de arroz o no queremos sopa, lo hacemos saber mediante señas o nos servimos el menú establecido”, explica Huaylla.

La empresa ha implementado separadores de policarbonato en las mesas, para disminuir el contacto durante el almuerzo. Aunque al inicio era difícil para los trabajadores acostumbrarse, gradualmente han asumido que estas acciones buscan protegerlos.

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El protocolo de desinfección de zapatos se repite al ingresar a las habitaciones, que se mantienen siempre ventiladas y nunca son ocupadas por dos personas al mismo tiempo.

TRABAJO DE CAMPO

En el campo laboral también hay cambios. Huaylla cuenta que las capacitaciones se dan de manera virtual con los equipos y sistemas de la empresa. Si es necesario realizar reuniones con el personal de campo, se hacen en espacios abiertos y distanciados unos de otros, usando siempre mascarilla y escudo facial.

“Yo trabajo en la sala de control. ahí desinfectamos las radios con alcohol en gel y, cuando salimos a la planta, nos cambiamos de zapatos, usamos mamelucos y respiradores. Al volver, nuevamente nos colocamos las mascarillas para seguir trabajando dentro de la sala”, comenta Huaylla. Lo mismo sucede al utilizar vehículos: se desinfecta constantemente el tablero y los puntos de mayor contacto, y no se permite a más de tres personas dentro de la unidad.

Las restricciones y los protocolos sanitarios son parte del mundo laboral minero, por lo que los colaboradores han sabido adaptarse correctamente. Huaylla indica que no se trata solo de la protección de su salud, sino también la de sus compañeros y familias. Esto demuestra que los mensajes han calado para bien.

Fuente: El Comercio