Augusto Cauti Barrantes

Por: Mag. Augusto Cauti Barrantes (Abogado – Consultor. Exviceministro de Minas) 

A estas alturas del siglo XXI, no caben dudas que el cambio climático viene generando impactos tangibles y críticos al planeta, así como que la acción humana como nexo causal de ello resulta un hecho científicamente verificado. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), existe un hecho verificable y es que “…el clima ya está cambiando”.

Así pues, hoy en día se puede afirmar que los gases de efecto invernadero producidos por el ser humano vienen determinando el calentamiento global en la Tierra y que, por ende, la temperatura terráquea viene incrementando rápidamente y no es de extrañar que próximamente se alcancen niveles por encima de 1.5°C. En ese sentido, lo efectos negativos se intensificarán a menos que se adopten medidas reales, serias e inmediatas que mitiguen, reduzcan, aplaquen, estabilicen, frenen y/o reviertan dicho fenómeno.

Cabe recordar que la última década (2011-2020) ha sido catalogada como la más cálida que se haya registrado históricamente y que, a ello, se suman alteraciones climáticas que incluyen eventos como estaciones del año que son cada vez más distintas y variables, sequías intensas, escasez de agua, incendios graves, más radiación solar, incremento del nivel del mar, inundaciones, deshielos de polos/ glaciares, disminución de biodiversidad, etc.

Todo esto, pone en riesgo la existencia del hombre y los demás seres vivos en la Tierra; y si bien los países industriales son considerados como los principales responsables, resulta obvio admitir que las consecuencias serán sufridas por toda la humanidad. Es más, países vulnerables a este fenómeno climático por propia naturaleza o estructura social, como es el caso del Perú -aunque sólo represente alrededor del 0.05% de la totalidad de emisiones mundiales de efecto invernadero-, deberán tomar acciones para afrontar tales consecuencias en sus naciones especialmente.

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Por su parte, la minería ha sido “percibida” años atrás como parte del problema de contaminación ambiental a nivel mundial –a pesar de no ser de las industrias más contaminadoras-. Sin embargo, actualmente el sector minero no sólo desarrolla esfuerzos y cumple en uso eficiente del agua y matrices eléctricas limpias, cuidado de la biodiversidad, incorporación de la electromovilidad, trabajos de forestación para sostenimiento; sino que también se ha convertido en un jugador crítico para la solución del grave problema ocasionado por el cambio climático con los “metales críticos” que aporta a la demanda global (cruciales para la descarbonización, la transición energética, la electromovilidad, etc.).

Metales como el cobre, litio, níquel, zinc, manganeso, cobalto, molibdeno y tierras raras son fundamentales en esta transición energética; habiéndose por ejemplo calculado que la demanda de minerales energéticos críticos podría aumentar casi en un 1000 % para el año 2050 de acuerdo a lo plasmado por la iniciativa “ERGI”, o que la demanda de litio aumentará 42 veces para el año 2040 según la Agencia Internacional de Energía (IEA por sus siglas en inglés).

Y, en caso el escenario de subida de temperatura en el planeta promedio sea de 2ºC, la producción de grafito, litio y cobalto tendría que aumentar significativamente en más del 450% para 2050, a fines de satisfacer la demanda de tecnologías en almacenamiento de energías.

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Hace ya un tiempo, el Consejo Internacional de Minería y Metales (ICMM por sus siglas en inglés) ha recomendado la acción urgente de los operadores mineros para afrontar el cambio climático, revisando la forma en que realizan actividades, e incorporando tecnologías novedosas e innovadoras en la extracción, transformando y transportando productos mineros, entre otros aspectos.

En tal sentido, se ha puesto más preocupación en que la actividad minera, sus activos y operaciones, su rendimiento continuo, sus cadenas de suministros y las poblaciones en sus áreas de influencia, serán todos sujetos a los riesgos y las amenazas ocasionados por los eventos naturales negativos de este fenómeno climático. En ese sentido, se ha recomendado una planificación y acción preventiva en conjunto con las poblaciones de los entornos mineros; a lo que debería sumarse la cadena de sus proveedores y las entidades académicas y de investigación vinculadas.

Cabe anotar que el sector minero formal desde hace muchos años atrás ha cambiado la forma que desempeña sus actividades, habiéndose tecnificado, innovado, etc., así como tornado en un actor responsable en su interacción con sus entornos ambiental y social. En el caso peruano, si bien es una actividad muy relevante para la economía nacional y que enfrenta muchos retos y desafíos, es una industria que podría tomar la responsabilidad y asumir un liderazgo real, eficaz y comprometido en el tema del cambio climático en favor de una cruzada nacional para mitigar, de forma más rápida y eficiente, los impactos que genera el cambio climático; procurando a su vez la adaptación, mitigación y resiliencia.

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Esa acción proactiva del sector minero se basaría en muchas de las características, habilidades y capacidades con las que la propia industria minera cuenta o que ha desarrollado y lo sigue haciendo en su constante avance y desarrollo.

Adicionalmente, no habría un mejor objetivo que éste para el sector minero, esto es participar activa y decididamente en esta cruzada, pues lo hará con eficiencia, eficacia, conocimiento y contribuirá a mejorar esa histórica imagen golpeada de varios de sus operadores; alentando la presencia de nuevas inversiones, facilitando otras que se encuentren en posibilidad de convertirse en una operación y constituyéndose en un modelo a seguir para sus proveedores en la misma ruta.

Ante el marco antes descrito, no debe perderse de vista los quehaceres del Estado en el proceso de formalización minera cuyas actividades generan en conjunto grandes daños ambientales que atañen con estos fenómenos climáticos negativos; ni tampoco dejarse de lado las labores de erradicación de la minería ilegal -especialmente, la aluvial- en la Amazonía y, particularmente, en Madre de Dios que tanto impacto negativo tienen en una de las grandes esperanzas mundiales para resistir y aplacar los embates del cambio climático.

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Este artículo es parte de la Edición N° 123 de Revista ProActivo.